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Cómo Descubrí el Secreto del Oído Absoluto
La verdadera historia por David Lucas Burge (continuación)
Y luego sucedió . . .
Fue como un milagro…un giro del destino…como haber encontrado
el Santo Grial. Tan pronto como dejé de forzar mi oído, comencé a escuchar NATURALMENTE. Después, el secreto del Oído Absoluto me cayó del cielo.
Curiosamente, comencé a notar “colores” tenues en los sonidos. No colores visuales sino colores en los sonidos según su altura. Siempre habían estado ahí, pero esta era la primera vez que realmente “me dejaba llevar”, y escuchaba, para descubrir estas sutiles diferencias.
Incrédulo, ¡pronto pude también nombrar los sonidos sólo escuchándolos! Era simple. Podía escuchar cómo el FA# sonaba de una manera, mientras que el SIb tenía un sonido total-mente diferente, ¡algo así como “escuchar” el rojo y el azul!
Este descubrimiento me impresionó. ¡ESTO ES OÍDO ABSOLUTO! Así es como Bach, Beethoven y Mozart podían imaginar sus obras maestras y saber los sonidos, los acordes, las tonalidades, ¡y todo de oído!
Era casi infantil; me sentía seguro de que cualquier persona podía llegar a tener Oído Absoluto con este simple secreto que consiste en “Escuchar los Colores”. Lleno de entusiasmo se lo conté a mi mejor amiga Ann (una flautista).
Ella se rió de mí. “Hay que nacer con Oído Absoluto”, afirmó. “No es posible desarrollarlo”.
“No entiendes el Oído Absoluto”, le dije. Le mostré cómo escuchar. Con timidez confesó que ella también podía escuchar los colores de las notas. Con este rápido comienzo, Ann pronto logró tener Oído Absoluto.
Nos volvimos celebridades en un instante. Los demás disfrutaban al nombrar notas que mágicamente cantábamos sin referencia alguna. Tocaban acordes para que los nombráramos de oído. Nos retaban a decirles la tonalidad de una canción. Les fascinaban nuestros poderes “sobrenaturales”, pero para nosotros todo eso sólo era algo normal.
En aquel entonces, nunca soñé que más tarde iba a
ocasionar tal agitación en el mundo académico. Pero tan pronto como ingresé a la universidad y comencé a explicar mis descubrimientos, muchos profesores se rieron de mí.
“Tienes que nacer con Oído Absoluto”, decían, “No es posible desarrollarlo”.
Yo escuchaba cortésmente. Luego les mostraba el simple secreto de manera que ellos lo pudieran escuchar por sí mismos. Te sorprendería lo rápido que cambiaban su argumento.
En la universidad, mi llamado “oído perfecto” me permitió no tener que tomar dos cursos de música requeridos. El Oído Absoluto me facilitó todo: mi habilidad para tocar, componer, arreglar, transportar, improvisar e incluso leer a primera vista (porque sin mirar las teclas estás seguro de que estás tocando las notas correctas). Y ya que mis oídos estaban abiertos, la música simplemente tenía más riqueza.
Aprendí que la música es definitivamente un arte AUDITIVO.
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